domingo, 30 de diciembre de 2012

Un villancico...

Ya que seguimos en Navidad, se me ha ocurrido un villancico. ¡Ponedle música y que lo cantéis bien!

Imagen: Adoración de los pastores (Damián Forment)




EL PASTOR Y EL NIÑO DIOS

Estaba en el monte tranquilo un pastor
cuidando su rebaño,
y de pronto un ángel se le apareció
volando por lo alto.
Y con su voz angelical le anunció
que había nacido en Belén el niño Dios.

“¡Qué raro! ¡qué raro!”, se dijo el pastor,
“esto es bastante extraño.
El odre de vino que me bebí hoy
creo que me ha hecho daño”.
Y no hizo gran caso de la aparición.
Y supuso que era una alucinación.

Mas le picó luego la curiosidad
y se fue para el pueblo,
pensando en si aquello sería verdad
o si sería un sueño.
Y toda la gente a la que preguntó
había tenido la misma visión.

“Esto es estupendo”, propuso el pastor,
“¡tenemos que ir a verlo!”.
Así todos, sin ninguna discusión,
se pusieron de acuerdo.
“¡Guardad los rebaños y la voz corred!
¡Que vamos a ir al portal de Belén!”.

Y los pastorcillos fueron a Belén
alegres y cantando,
y cuando llegaron vieron al bebé,
y al verlo lo adoraron.
Tenía como una aureola de paz,
y de él irradiaba la felicidad.

El pastor no pudo aguantar la emoción
y cogió al niño en brazos,
y fue entonces cuando el niño se meó
y lo puso pingando.
Todos observaron con miedo al pastor,
temiendo cuál iba a ser su reacción.

Pero el pastor, riendo contento, gritó:
“¡Mirad cómo me ha puesto!
Esto debe ser una gran bendición.
¡Menudo privilegio!”
Y al niño otra vez en su cuna acostó,
y un beso en la frente le dio con amor.

Entonces sacaron todos del zurrón
ofrendas para el niño.
El pastor dio leche, nueces, un melón
y un poco de tomillo.
Después caminaron de vuelta a su hogar
felices, con fe y sin dejar de cantar.

Y esa misma noche el pastor descubrió
en su establo un milagro:
pues las doce ovejas que dentro dejó
ahora eran veinticuatro.
Y se arrodilló y dio gracias al Señor,
y este villancico ya se terminó.

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