Imagen: J.A.V.I.
PASEO NOCTURNO
Todas las estrellas de la noche no llenan el vacío que me embarga,
no hay bastante oxígeno en el aire para atenuar mi asfixia tras tu marcha,
ni en la playa arena suficiente para tapar las grietas de mi alma.
Es cierto. Y, sin embargo…
me está gustando este paseo por la orilla.
Tal vez sea el sonido del mar rompiendo
en mis oídos cansados
o tal vez la suave calidez de la brisa
pero me siento totalmente sereno.
Camino despacio por la arena mojada, y no veo el mar como un
torrente de lágrimas.
Es un principio.
Veo a a dos niños jugando (¡a estas horas!) y no me irrita
la alegría de sus caras.
Es un alivio.
Un hombre pasa corriendo con un perro. De ti y de mí no sabe
absolutamente nada.
¡Y no le envidio!
El dolor sigue ahí. Aún lo percibo.
Es la angustia febril la que se ha ido.
Oigo a la ciudad llamarme, como antes solía hacer.
Iré a perderme en los antros, iré a bailar y a beber,
y antes que acabe la noche, me acordaré de volver.
Llevo demasiado tiempo sin ver un amanecer.
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