Imagen: Eduardo Alonso Álvarez
EL DINERO NO EXISTE
El dinero
no existe, es un puro artificio.
Aunque
cueste creerlo, casi todo es ficticio,
un ardid de
los bancos en pos del beneficio.
Pero por
culpa de ello… vamos al precipicio.
Si digo que
es ficticio, no me malinterpretes.
Está claro
que existen monedas y billetes
que los
bancos centrales emiten con membretes,
pero son
fruslerías, unos meros juguetes.
Más del
noventa y cinco por ciento del dinero
que circula, a diario, por nuestro mundo es huero,
no existe
realmente, es humo financiero
creado por
los bancos en virtud de su fuero.
Porque los
bancos juegan con el albur taimado
de que
aquellos que tengan su dinero ingresado
sacarán de su cuenta, de media (y es probado)
sacarán de su cuenta, de media (y es probado)
un porcentaje enano de lo depositado.
El dinero efectivo que nunca es reintegrado
se emplea como base para el desaguisado,
pues su importe se presta… ¡pero multiplicado!
Por diez o veinte o treinta… lo que tengan pensado.
El truco
tiene nombre: el “apalancamiento”.
Es generar
dinero sin ningún fundamento,
dinero que
tan sólo existe como asiento
en las
cuentas del banco, por lo demás es cuento.
Y lo más
divertido: aunque suene irreal,
tal dinero
ficticio… ¡es de curso legal!
Se admite
como pago de manera normal.
¿Tú nunca
has hecho uso de dinero virtual?
Pues los bancos se esfuerzan con denuedo en lograr
que el uso del dinero real tienda a bajar,
y para ello se inventan maneras de pagar
en las que el efectivo no se tenga que usar.
Pues los bancos se esfuerzan con denuedo en lograr
que el uso del dinero real tienda a bajar,
y para ello se inventan maneras de pagar
en las que el efectivo no se tenga que usar.
Piensa en
las transferencias, las domiciliaciones,
los pagos
con tarjeta, todas las inversiones,
los adeudos
en cuenta y otras operaciones
que los
bancos fomentan… por muy buenas razones.
El dinero
ficticio se mueve por millones
en órdenes
de compra y de venta de acciones,
deuda
pública, letras, bonos, obligaciones
y también
derivados: futuros, swaps, opciones…
En proporción, de un préstamo vendría a ser “real”
tan sólo
una pequeña parte del nominal.
Pero al
hacer el cálculo de la deuda total,
el interés
se aplica… ¡a todo el capital!
Es mejor
para un banco prestarte cien que ochenta
pues cuanto
más te presta, más interés le renta.
Y el dinero
preciso… ¡el banco se lo inventa!
Lo crea en
el momento que lo anota en tu cuenta.
Cuando el
préstamo, luego, va siendo amortizado
según tú,
poco a poco, les pagas lo adeudado
de acuerdo
con las cuotas que te han estipulado…
¿Qué sucede
en el banco con lo que te han cobrado?
Que con los
intereses su beneficio crece,
el capital
“real” se salda y prevalece,
y a lo que
era ficticio ¿sabes qué le acontece?
Hablando
claramente: ¡pues que desaparece!
¿Vas
entendiendo ahora los préstamos inflados
para pagar
los pisos de precios engordados?
Era una
simple apuesta, era un juego de dados.
Por ir
ellos por lana, salimos trasquilados.
Un préstamo
se hace por una previsión
de riqueza
futura, por una producción
que se
espera que luego compense la inversión.
El
apalancamiento se permite en razón
de que
considerado de esta forma, sería
un cierto
estimulante para la economía.
Pero cuando
el sistema bancario se confía
y se emite
dinero ficticio en demasía
eso sólo
genera especulación pura,
una bola
que crece y crece mientras dura
hasta que
al final cae como fruta madura,
estalla la
burbuja, y empieza la tortura.
Pero,
naturalmente... ¡eso ya ha sucedido!
El dinero
ficticio globalmente emitido
sobrepasó
la lógica, la razón y el sentido.
Y el
sistema completo terminó corrompido.
Gobiernos,
parlamentos, toda la jerarquía
de
organismos rectores (B.C.E. y compañía),
las
agencias de rating, firmas de auditoría…
¿Por qué
ninguno de ellos hizo lo que debía?
Nadie le
puso freno ni trabas a la rueda.
Todos “participaban” de esa gran humareda,
y afirmaron ufanos que iba como la seda
hasta momentos antes del “¡sálvese quien pueda!”.
En España
tuvimos la moda del ladrillo,
con todos
los sectores adorando su brillo.
Para los
bancos era un negocio sencillo:
el dinero
ficticio se generó a porrillo
y con él
financiaron tanto a los constructores
que hacían
las viviendas, como a los compradores.
La
situación atrajo a muchos inversores.
Y todos actüaron como especuladores.
Cegados por
el lucro, se arriesgó demasiado
y ahora no
hay manera de que quede saldado.
De resultas
tenemos al país arruinado
por deudas
generadas con dinero inventado.
Y así se
desarrolla esta historia tan triste.
Aunque te
hayas reído, esto no es ningún chiste.
Todo lo que
nos cuentan, todo lo que creíste,
todo es una patraña. ¡¡El dinero no existe!!Imagen: El blog salmón
Sinceramente, me ha encantado, Alejandro. Eso de usar la cuaderna vía, estrofa de indudable regusto popular, para este tema, es una genialidad. Ha sido como escuchar al Arcipreste de Hita explicando las triquiñuelas bancarias. Aplausos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ramón. Celebro que te haya gustado.
EliminarLo de usar la cuaderna vía vino de casualidad. Lo cierto es que mi idea inicial había sido explicar esto en prosa (pensaba iniciar una serie de posts sobre economía) porque, sencillamente... ¡no veía como podía contarlo en verso! Pero me parecía que iba a ser un rollo, y que alteraría el sentido del blog.
Empecé a jugar con rimas, y al final la cuaderna vía resultó ser la estrofa que mejor se amoldaba a lo que me iba saliendo. ¿No te pasa a veces que parece ser el propio poema el que acaba decidiendo su forma? Ha sido complicadillo terminarlo, pero estoy contento con el resultado.
La comparación con el Arcipreste de Hita me ha emocionado, es francamente halagadora. Un fuerte abrazo.
A mi ma parece grandioso que no escribas en verso libre, que es lo que hace todo el mundo... Es como leer a La Celestina, o los versos de Lope de Vega. Gran poema, amigo. :)
ResponderEliminarMuchas gracias, Juan Carlos. A mí el verso libre me gusta, pero cuando lo intento no me suele salir bien. Además, quiero reivindicar el placer de la rima. Ramón me habla del Arcipreste de Hita, tú me hablas de Lope y de la Celestina... ¡No sigáis, que me lo voy a acabar creyendo! (es broma, seguid, seguid...)
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