Imagen: procede de la película danesa de 1993 "Kådisbellan", dirigida por Åke Sandgren.
COSTUMBRE
Lo primero siempre es una bofetada,
un estallido feroz en la mejilla
que precede a la sentencia acostumbrada,
que no por habitual es menos temida.
Le acompañas hasta tu cuarto en silencio
mientras recita las frases consabidas:
el “ya sabes que no me gusta hacer esto”
y el “me duele más que a ti”, todo mentiras.
Te ordena que te bajes los pantalones
y te dice que te inclines en la silla.
Uno a uno empiezan a caer los golpes.
La madera silba y ¡zas! tu carne vibra.
Aprietas ojos y puños intentando
resistir estoicamente la paliza,
pero sabes bien que es un esfuerzo vano
porque él nunca se detiene hasta
que gritas,
hasta que todo tu frágil cuerpo es llanto
y toda tu resistencia está vencida,
tus ojos arden de lágrimas y espanto,
como arde también tu piel
enrojecida.
Finalmente se aparta: ha terminado.
Escuchas la agitación con que respira.
Te levantas y te vistes muy despacio
mientras tiemblas de dolor,
vergüenza e ira.
Entonces te dice: “mírame a la cara”
pero tú no quieres levantar la vista,
y solamente tras otra bofetada
la levantas y la bajas enseguida.
Se burla de que no aguantes su
mirada,
postula que es tu “conciencia
arrepentida”
la que te hace tener la cabeza
baja
y “espera” que "la lección esté aprendida".
Que se invente lo que dé gusto a su ego.
La verdad es más crüel y más sencilla:
no soportas ver su rostro satisfecho
en el que apenas se oculta una sonrisa.
Duro, Rumeinia, muy duro. Pero por ello necesario. No sé qué añadir, me has dejado sin respiración. Un abrazo!!
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